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Aliento del Cielo

  • Julia Castro
  • 3 ago 2016
  • 3 Min. de lectura

IMPACTANDO VIDAS

“Más yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.” Mateo 12:36-37

Nuestros ojos están cerrados a una realidad inminente: el tiempo se está acabando y la confusión se está apoderando de la humanidad. El mundo está volviéndose un caos y no somos capaces de preguntarnos a dónde llegaremos y en qué podemos ayudar; pues muchos no conocen el camino que los puede llevar a un final felíz. La humanidad está caminando al derrocadero, ya que sólo está mirando lo que los hombres están ofreciendo y tú y yo qué estamos hablando?. La intransigencia de unos con otros está permitiendo que las “murmuraciones” tomen auge y nos pase como le pasó al pueblo de Israel y por esa causa su castigo fue durar mucho más tiempo caminando en el desierto, y hoy esa misma intransigencia nos vuelve toscos, viviendo enojados, enemistados, llenos de ira y rencores. El odio carcomiéndonos y sintiendo malos deseos para nuestro prójimo; y como consecuencia vienen los suicidios, derramamiento de sangre por doquier, familias destruidas, hijos rebeldes y todo tipo de pecado arropando a nuestra humanidad como consecuencia de no desear un CAMBIO en nosotros. Viene Juicio: Pero todavía Dios tiene palabras para que reflexionemos, si es que las aceptamos. Nos dice: “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.” Lo primero que debemos tener en cuenta es de lo que hablamos, si nuestro deseo es ir por el mundo y dejar un legado que valga la pena e “impactando vidas”, es saber que decimos para que los que nos rodean puedan considerarnos como verdaderos “Embajadores de Buenas Noticias”. Una palabra “ociosa” según el diccionario, puede ser una palabra sin fruto, sin beneficio, algo sin provecho, inútil. En Mateo 12:34 dice Jesús “porque por su fruto se conoce el árbol”, es decir si no crecemos dando buenos frutos no podemos darle a nadie nada bueno y nuestras palabras en vez de ser de bendición serán de estorbo y confusión. Hemos sido llamados para alcanzar las naciones; la misión que el Señor nos ha impuesto es predicar el Evangelio a toda criatura y dice en Mateo 10:8 “….de gracia recibistéis, dad de gracia.” Debemos entender que si adquirimos algo, es porque proviene de Dios, que si estamos limpios es por Su palabra; por tanto es esta palabra la que debe permanecer en nosotros para poder sembrarla por doquier y que las vidas en necesidad puedan recibirla y sus “vidas impactadas”. No podemos dar lo que no tenemos; pero cuando recibimos a Cristo en nuestros corazones, estamos recibiendo Su palabra para llevársela a otros; no es algo de otro planeta, ésto viene de parte de Dios directamente. Encontramos en Efesios 4:29 “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.” Cuando nos expresamos, debe ser de manera correcta y entendible y que los que nos escuchen se contagien. Es hermoso cuando escuchamos a alguien hablar y el contenido de sus palabras llevan un lenguaje sencillo, eso nos impacta, porque realmente esa persona no está utilizando palabras fuera de tono, ni vulgar, ni en un contexto con doble sentido. Su exposición se hace interesante y su educación es digna de admirarse. Eso es lo que el Señor pide de nosotros. Dice el Apóstol Pablo en 2da. Timoteo 2:15 “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” Para poder “impactar vidas” debemos buscar ser buenos obreros, aprender de Cristo, imitarle, él mismo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, un buen obrero es el que le permite a él que lo capacite para llevarle a cada hombre y a cada mujer esa palabra transformadora. De nuestros labios sólo deben salir lo que puede servir para que corazones dañados por el odio, el rencor, raíces de amargura, el egoísmo, la envidia, se sanen; que las mentes calcomidas por pensamientos dañinos, sean limpios. Demos palabras de aliento a las vidas en tristeza; a los que piensan abandonar sus planes, les instemos a seguir adelante; a los que están enfermos, les podamos decir que en Jesús hay sanidad y salvación. Utilicemos nuestros labios para que podamos seguir “impactando vidas”, de modo que procuren la salvación que Jesús trajo con su muerte en la cruz.

Dios te bendiga.


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