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Opinión

  • Porfirio Rojas Nina
  • 30 may 2016
  • 2 Min. de lectura

Los Ingratos

Los ingratos abundan y se multiplican cada día más, con ciertas excepciones, teniendo cierta similitud con los “saltacocotes” o brincadores al cuello, los cuales conocí en la siempre admirada y amada sección de Los Mineros, San Cristóbal. Estos personajes, al igual que los “saltacocotes”, cuando quieren lograr objetivos y fines son atentos, incisivos, cordiales y hasta parlanchines.

Más, una vez son complacidos, algunos dan las gracias y hasta se emocionan, aunque otros no, pero al poco tiempo se visten con el ropaje del olvido y el mutismo, transformando su ego y hasta la forma de conversar, levantan poco sus teléfonos y los preparan, cambian de amigos, de parejas y hasta lugares que visitaban.

Un anónimo expresó: “Los ingratos no tienen memoria”, y tanto se asemejan al gato o los gatos, que cuando le dan comida y una vez terminan esquivan las miradas, bajan la cabeza y se marchan”. Por el contrario, el agradecimiento es la virtud por la cual las personas reconocen los favores recibidos y reconocen el sentimiento de la generosidad.

Miguel de Cervantes y Saavedra nos brinda una gran opinión sobre la ingratitud, ofreciéndola como un comentario a Sancho Pansa, refiriendo: “Entre los pecados mayores que hombres cometen, algunos dicen es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento, atendiéndose a lo que suele decir que de los desagradecidos está lleno el infierno”. (Don Quijote, Vol L VIII).

Y Perdinus afirmó: “mientras se está en situación de hacer favores se encuentran pocos ingratos”.

Dante de Lewis decía: “La ingratitud no descorazona a la verdadera caridad, pero sirve de pretexto al egoísmo”.

Un proverbio árabe señala: “No tires piedras en el manantial que has bebido”. Otra frase bien recordada es ésta: “Los hombres suelen al recibir un mal escribirlo sobre el mármol y si es un bien en el polvo” (Thomas Moorees).

Miguel de Unamuno escribió: “No des a nadie lo que te pide, sino lo que entiendes que necesita y soporta luego la ingratitud”.

Lucio Anne Seneca decía: “nadie apunta en su agenda los favores recibidos”, y agregamos nosotros, muy pocos. Ingrato es quien niega el beneficio recibido, pero de todos, el más ingrato es quien lo olvida”.

Los grandes beneficios hacen grandes ingratos, decía Luis C. XI.

Muchas veces, les mordemos la mano a aquellos que nos alimentan, “Burke”. Prepárate a que si haces favores y un día no puedes, inmediatamente te maldicen y lanzan contra ti rayos y centellas. Jamás debemos imitar al cuervo, que le saca los ojos a quien le da de comer.


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