Paisajes
- Rodys Montes de Oca
- 2 may 2016
- 2 Min. de lectura

Manipulación Periodística
La prensa dominicana, en los doce años de Balaguer, pese a la censura y el peligro, era informativa y ética. Y mantuvo ese apego a la verdad en los Gobiernos de Don Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco.
Empezó un leve estado de descomposición en la última etapa de diez años del extinto líder reformista, pero nunca como ahora había hecho metástasis, comprometiendo casi a todos los medios de comunicación social en la desinformación, producto de la distorsión y la manipulación de los hechos noticiosos.
Siendo muy joven, estudiante de comunicación social, aprendí de Mayobre Machado los groseros procesos de manipulación periodística que se registran en la selección de los denominados acontecimientos noticiosos, pero también en la elaboración de las “noticias” y espacios ofrecidos en su publicación. Sin embargo, la gran manipulación no está en lo que se publica, sino en lo que se deja de publicar deliberadamente.

Después del Presidente de la República y los organismos de seguridad del Estado, nadie está mejor informado que el Director de un medio de comunicación social. Pero para darse cuenta por donde anda ese medio simplemente hay que leer el Editorial, no siempre escrito por el Director, pero con su visto bueno cien por ciento.
Es una lástima que los dominicanos no se enteren del rosario de hechos delictuosos que se producen en los organismos del Estado, porque nuestros medios de comunicación no publican nada, alegando difamación e injuria, un pretexto infeliz. Hay difamación cuando el hecho imputado es infame e irreal, que sólo procura dañar reputación. Cuando el hecho atribuido está fundamentado con pruebas, estamos en presencia de una denuncia.
Son muchos los dominicanos que desean hacer un aporte a la transparencia denunciando desfalcos, compras sobrevaluadas, contratas y contratos irregulares, pero no le publican bajo el falso temor de la demanda judicial, pese a que la Constitución de la República en su numeral 14, Art. 40, dice: “Nadie es penalmente responsable por el hecho de otro”. Y ya hay jurisprudencia de parte de la Suprema Corte de Justicia.
Se trata de un evidente compromiso con el poder, razón por la que mucha gente no lee periódicos ni ve ni oye determinados espacios en los medios audiovisuales.
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