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Opinion

  • Dr. Víctor Manuel Peña
  • 15 abr 2016
  • 4 Min. de lectura

Los Papeles de Panamá y los paraísos fiscales

En estos días Panamá ha sido el centro de un gran escarceo mundial a partir del hackeo, robo o filtración de los llamados Papeles de Panamá.

Panamá está tipificada ya como un paraíso fiscal, y tiene muchos bufetes de abogados, entre los que sobresale Mossack Fonseca, dedicados a la constitución de sociedades offshore, llamadas a operar como sociedades anónimas en los llamados paraísos fiscales.

En el mundo hay hoy 73 paraísos fiscales, ubicados unos en Europa, otros en Asia, uno o dos en África y otros en América Latina, sobre todo, en la región del Caribe (Gran Caimán, Islas Vírgenes Británicas, Islas Vírgenes Estadounidenses y Bahamas).

Muchos de los movimientos de los capitales financieros en el mundo se mueven a través de los cauces de los paraísos fiscales, que son, ciertamente, mercados financieros muy especiales en los que hay muchos agujeros en cuanto a la regulación y a la supervisión por parte de los organismos financieros mundiales.

Precisamente Estados Unidos y Panamá se han negado a firmar un tratado internacional de transparencia financiera aupado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Parte del dinero que se mueve en los paraísos fiscales tiene un origen lícito, pero hay otra parte de origen ilícito, que se supone más grande que la primera, que se aprovecha de la privacidad, secretismo o confidencialidad que garanticen y ofrecen estos paraísos no solo para evadir el pago de impuestos por parte de los inversionistas de estos fondos, recursos o capitales de las naciones del mundo, sino que se aprovechan estas sociedades anónimas constituidas bajo la formalidad legal de sociedades offshore para el blanqueo o lavado de capitales y para el ocultamiento de patrimonio.

Esto significa que se usa la legalidad, conforme a la cual han sido constituidas estas sociedades offshore, para cometer actos de ilegalidad que implican una protección al crimen organizado en todas sus manifestaciones. Claro, los criminales, vinculados al narcotráfico y a redes de corrupción y de trata de blancas y otras en las naciones, se disfrazan de mil colores para llevar a cabo su criminal labor de lavado de activos, de ocultamiento de patrimonio y de evasión de impuestos.

Pero el centro para el actual escándalo mundial no son propia o directamente los paraísos fiscales, sino los Papeles de Panamá.

¿Por qué el escándalo se produce ahora si los bufetes de abogados en Panamá tienen toda una vida, se habla de 40 años, acumulando las informaciones o papeles relativos a la formación al vapor de sociedades offshore, que en ocasiones podrían operar en otros paraísos fiscales distintos al de Panamá?

Nadie puede eplicar el por qué del “rubor” de las potencias, Estados Unidos y las otras, ante este escándalo si todo este drama no solo se ha hecho en sus narices y con el consentimiento de ellas, sino que ellas han sido actores formadores y decisivos de estos mercados financieros marginales o adyacentes, llamados paraísos fiscales, donde operan las sociedades anónimas llamadas offshore.

Todas las potencias del mundo capitalista (Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, etc.) tienen paraísos fiscales, y de los miles de millones de dólares que se mueven a través de ellos se benefician mayoritariamente las potencias, porque ese dinero se invierte en acciones e instrumentos financieros que se transan en las bolsas de capitales del mundo.

De ahí los cuestionamientos que hay por parte de entidades internacionales a las flaquezas y debilidades de la legislación de Estados Unidos para perseguir, con mayores niveles de efectividad, el lavado y el blanqueo de capitales en su propio territorio.

La única razón que explica el hackeo, el robo o la filtración para provocar este destape mediático de los Papeles de Panamá es una razón política que busca, por un lado, afectar moralmente a líderes de otras naciones, y, por el otro lado, al estar colocada Panamá en el epicentro de este mayúsculo escándalo se provoca la estampida de capitales financieros hacia otros destinos (o hacia otros paraísos fiscales), siendo las potencias las principales beneficiarias de esta crisis de credibilidad.

Afectar a Panamá se hace por razones políticas que tienen su explicación en elementos de tipo económico, pero afectar a líderes de otras naciones se hace por razones de geopolítica mundial.

O sea que la mano larga de Estados Unidos ha estado detrás de este destape mediático: la declaración de Barack Obama, aparentemente inocente, “de que esas maniobras fiscales son legales, y ese es el problema”…, da cuenta de su gran cinismo e irresponsabilidad.

Pero la presencia y la participación de los paraísos fiscales en la economía mundial dan cuenta de la doble moral del capitalismo y la doble moral con que operan y actúan las potencias capitalistas.

En los paraísos fiscales se recrea el rentismo de los inversionistas financieros, lo que en fin de cuentas termina lesionando los objetivos nacionales de desarrollo económico y social de los países atrasados.

Y lo inaceptable e increíble de todo esto es que bajo el manto de la legalidad se desarrolle y se proteja el mundo de la ilegalidad.

El rubor de los inversionistas, cuyos fondos tienen un origen lícito, se entiende porque a ellos les sonroja el hecho de que queden delatados ante sus países y el mundo como evasores de impuestos, unos, y otros como ocultadores de patrimonio.

Pero cuando se usa la legalidad para acometer actos de ilegalidad se está incentivando el desarrollo del crimen organizado en todas sus modalidades y formas: la corrupción, el narcotráfico y todas las redes mafiosas que hay en los países y en el mundo.

Y es proceder es inaudito, ilegal e inmoral.


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