Opinion
- Orión Mejía
- 3 abr 2016
- 2 Min. de lectura

Por: Orión Mejía
El Fantasma De La Oligarquía
Todavía en el último cuarto del siglo pasado, la oligarquía arropaba con su manto de poder omnímodo a todo el escenario económico, político y social, de forma tal que terratenientes, financistas y grandes comerciantes decidían todo lo relacionado con el Estado y la economía.
Representantes o servidores de ese sector dirigían de manera directa la política monetaria, recogían los tributos y decidían desde el Poder Ejecutivo qué hacer en materia de control social, con dominio también sobre los aparatos represivos del Estado.
La burguesía, que tuvo carácter de incipiente desde el ajusticiamiento del tirano, inició su ascenso a partir de un decreto ley que emitió el Presidente Joaquín Balaguer en 1990, que dio formal apertura a la economía.
La burguesía se consolida como clase social porque la economía también cambió y dejó atrás los tiempos del monocultivo, la maquila y el monopolio en las importaciones. Ahora se multiplican las industrias y los servicios y se diversifican las exportaciones.
La segunda y tercera generación del otrora liderazgo oligarca, son ahora jóvenes burgueses que invierten los capitales de sus padres en actividades relacionadas con mano de obra intensiva y uso de la tecnología.
A pesar de que la burguesía dominicana es la beneficiaria directa del crecimiento del PIB, de 19 mil millones de dólares en 2004, a más de US$60,000 al día de hoy, no se puede decir que haya rebasado su condición de clase dominante a clase gobernante.
Se supone que la burguesía irradie su ideología al aparato del Estado y su cultura política a toda la sociedad, en el entendido de que los burgueses están en las empresas y no en otra parte.
Preocupa que muchos jóvenes, cuyos padres o abuelos formaron parte de la “rancia oligarquía” expresen conducta política, económica y social, como si fueran sus mayores, al punto de creerse que por ser dueños de los hatos también lo son de todas las personas o bienes materiales que se sienten sobre la tierra.
El crecimiento de la burguesía en los últimos 25 años no ha producido una clase obrera en término cualitativo, aún cuando la economía dispone de una mano de obra relativamente bien entrenada, pero no del tipo de proletario consciente de su posición social.
La burguesía será como el bejuco que crece alto pero con raíces débiles, a menos que entienda su rol, que no es el de sustituir a la clase política ni negarle a los trabajadores su desarrollo, ni pretender reeditar el comportamiento económico, político y social propio de la oligarquía.
El ejemplo más contundente, de que importantes estamentos de la burguesía dominicana aún no superan la conducta de sus mayores, lo presentó esta semana un influyente empresario que personalmente acompañó a un subalterno a inscribir su candidatura ante la JCE.
Commenti