Aliento Del Cielo
- Julia Castro
- 28 mar 2016
- 4 Min. de lectura

MISERICORDIA EN EL CALVARIO
“Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo.” Joel 2:1-2
Día a día vivimos una lucha constante por permanecer de pie, ya que los episodios que se nos presentan no todos son alentadores por el cúmulo de situaciones desgastantes que se acercan muchas veces no permiten que podamos sentirnos del todo bien; pero en realidad lo que más nos conforta es el hecho de que no estamos solos y de que no somos los únicos en este mundo que sentimos esos embates; pero cuando miramos a Jesús en el calvario reconocemos que tanto la ira como la misericordia se fundieron allí. Por su misericordia fueron lavadas nuestras culpas, La misericordia nos trajo la redención y la libertad, la cual nos beneficia y nos permite tener una relación con él y sentir como nos lleva de la mano. Es su misericordia que nos levanta cada día y nos reanima para que hagamos su voluntad.
Dice el Apóstol Pablo en 2da. Corintios 1:3-4 “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.” Aquí podemos notar que Pablo llama al Señor “Padre de misericordia”. Jesús en todo su ministerio mostró su gran misericordia y por ende nosotros tenemos que seguir su ejemplo y ser misericordiosos con nuestros semejantes. Encontramos en Mateo 5:7 “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”.
En muchas ocasiones nos comportamos como personas sin sentimientos y en muchos casos hacemos sentir a los demás como que no valen nada; pero para Dios tenemos el mismo valor y somos de gran importancia para él, ya que él nos creó a todos con el fin de que le adoraramos; es por esa razón que Dios nos manda a “convertirnos a él con todo nuestro corazón”; es decir él quiere que nos
despojemos de todo lo que somos y sentimos para él poder poner en nosotros lo que él desea que seamos y sintamos. El Señor no midió las consecuencias para mostrarnos su amor. “…se despojó así mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres y estando en la condición de hombre , se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2:7-8. Cuando hay pecado y maldad en nosotros, la misericordia no se puede manifestar y parecemos toscos, ásperos e insensibles a lo que sucede a nuestro alrededor. Su amor y su misericordia no se reflejan en nosotros, pues hay un manto de impureza que no transige con la ley de Dios la cual es perfecta. Dice Joel 2:13 “Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios”; el Señor no desea de nosotros lo externo, o sea lo que el ser humano puede ver, todo aquello que es agradable a la vista, a la carne, lo que perece; lo que él desea de nosotros es que le demos nuestro corazón para transformarlo de un corazón de piedra a un corazón de carne. El desea que vengamos en sinceridad, porque él no desprecia un corazón contrito y humillado para sacar de nosotros toda clase de impureza y depositar los frutos de su Espíritu, los cuales son adornados de su misericordia. Dice Isaías 53:3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores , experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.” Así es nuestro comportamiento cuando no recibimos el favor de Dios en nosotros. No podemos reconocer el significado de la cruz, donde Jesús pagó el precio por nuestros pecados, porque cuando no aceptamos su sacrificio es porque estamos en la carne y no podemos percibir lo espiritual. “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” Isaías 53:5. No debemos despreciar su sacrificio, el cual no tiene comparación. Todavía estamos a tiempo de “rasgad nuestros corazones” y así recibir la misericordia de Dios en nuestras vidas, sus brazos están abiertos para recibirnos, con humillarnos ante su presencia y volvernos a él, el pecado de nosotros es perdonado y ya no habrá más división entre nosotros y él, nos escuchará cuando le llamemos. Tendremos ese regalo de vida proporcionado recibiendo latigazos, todo tipo de humillación, los vejámenes más atroces hasta perder “su hermosura” (Isaías 53:2), recibir una corona de espinas y aún así, sigue dándonos su amor y repartiendo su misericordia: porque él tiene misericordia de quien él quiere tener misericordia. Para recibir la bonanza de Dios o su misericordia hay que ganársela. Procuremos alcanzar la misericordia de Dios, aún hay tiempo, pero no mucho tiempo. Dios te bendiga.
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